Eres veneno para mí,
me miras con ojos
brillantes de deseo
y yo sólo sé sonreír.
Los días claros se marcharon,
mi frente se frunció,
tu pelo se oscureció
y mis muñecas se quemaron.
Tú no eres fuego, lo soy yo;
con mi beso no te derrites,
conmigo te muestras esquivo,
yo sólo puedo darte rencor.
Tú me devoras las entrañas,
te sientes ahogado sin mar
y yo no hago más que llorar
lágrimas repletas de barro.
Nuestra culpa empañó el placer,
el veredicto nubló
la falta de razón
que nos llevo a la pared.